11. Participación en el instituto: análisis y propuestas de mejora

 


Una visión tradicional de la educación la entiende como un ámbito muy jerarquizado y con roles muy definidos. la docencia y su planificación compete a la administración, en su nivel más general y al cuerpo docente de centro en el contexto del centro educativo, la función de los alumnos se limita a la recepción pasiva de conocimientos y competencias. Por último, la función de los padres y tutores no es otra que la de un hacer seguimiento de la evolución de los alumnos por medio de las tutorías.

Afortunadamente este modelo tan vertical y poco participativo ya está en desuso. La LOMLOE hace de la promoción de la participación escolar una de sus propuestas estrellas. La participación en la educación permite a todos aquellos involucrados en ella varias cosas: adquirir información, movilizarse en el lucha por sus derechos, adoptar una actitud activa que se involucre en la transformación de la educación y contribuir a convertir a la educación en una manifestación particular de la participación político-pública a la que debería aspirar todo ciudadano.

El órgano central sobre el que pivota toda la participación en el sistema educativo español es el Consejo Escolar. La atribución a los alumnos de la capacidad de participar en sus reuniones, deliberaciones y decisiones supone un avance en la consideración de los estudiantes como agentes activos, involucrados en su propia formación. Uno de los grandes logros de la LODE (1985) fue el de extender la institución del consejo escolar a los colegios concertados, centros privado pero que reciben financiación pública sin tener por ello que comprometer el propio ideario del centro.

El fomento de la participación escolar, según sus defensores,  es un instrumento necesario para profundizar en una de las funciones esenciales que tiene atribuida la educación por parte de los defensores de la sociología crítica de la educación: evitar que la escuela sea mera reproducción del orden social vigente y se convierta en una herramienta social transformadora al servicio de la promoción de la igualdad real y efectiva.

Por otro lado, si se entiende que la educación no sólo debe proporcionar un acervo de conocimientos, sino que también debe favorecer el desarrollo de virtudes cívicas, entonces no cabe otra opción que incentivar la participación en el ámbito de la educación. Esta tesis tiene un origen aristotélico. En la Ética a Nicómaco Aristóteles discutía la tesis intelectualista defendida por los platónicos. Para estos la virtud se adquiría por medio del conocimiento de aquello que es la virtud, de forma que los comportamientos que se alejaban de la virtud se explicaban por la falta conocimiento de aquella. Para Aristóteles esta postura era demasiado ingenua, ya que la propia vida nos muestra multitud de ejemplos de individuos que han sido educados en valores y virtudes que, sin embargo, acaban cometiendo las mayores felonías. Para Aristóteles la virtud es una forma de conocimiento práctico que exige para adquirirse conformar una voluntad virtuosa. La voluntad virtuosa surge de la práctica de actos virtuosos que llevan como resultado la interiorización de la propia virtud. Del mismo modo no pueden existir actores involucrados en la mejora de la educación que no estén involucrados en ella.

A pesar de que en los últimos años se ha profundizado en la implementación de la participación en los centros educativos, todavía hoy sigue existiendo un importante déficit educativo en España. Esto se debe a la inercia en el comportamiento de muchos docentes que se han formado bajo modelos educativos muy alejados de la idea de participación, a la generalización de actitudes insolidarias e individualistas de los estudiantes o a la consideración que tienen las familias de que la educación es algo de la escuela.

Lo ideal para fomentar la participación escolar sería promover que en los centros se crearan un mayor número de asociaciones de estudiantes, que dicha participación se viera reflejada en el expediente académico (como ocurre con la formación universitaria), que se potenciaran las atribuciones de las juntas de delegados de alumnos para que incluyeran la función disciplinaria, emitiendo, por ejemplo, dictámenes obligatorios ante propuestas de sanción derivados del RRI del centro o que tuvieran dichas juntas de delegados la función exclusiva de organizar ciertas actividades dentro del centro educativo: por ejemplo, una semana de actividades culturales, conciertos de comienzo y fin de curso etc..

Por último deberían implementarse medidas que favorecieran la inclusión de la diversidad de forma que ciertos colectivos e identidades tuvieran un mayor protagonismo en los órganos de participación del centro

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